Sueño de papá
Papá iba manejando el pequeño Maruti de Andrés, pero en algún momento algo hizo clic en su cabeza, paró el coche, se bajó y dejó de reconocer el mundo que le rodeaba. Lo recuerdo porque estaba camino del centro así que fui el primero en llegar a la esquina de calles Vicuña Mackena y Prat donde está esa iglesia Anglicana de forma puntiaguda. El Maruti estaba atravesado en la calle, había mucha gente rodeando el coche porque el atasco era monumental. La fila por calle Caupolicán era interminable. Papá estaba de pie fuera del coche, en la calle, mirando desconcertado sin saber qué hacer, aún no había llegado la policía, así que dije algo para calmar a los automovilistas, me acerqué lentamente a el, por si no me reconocía; me miró y sonrió, lo abracé y conseguí que se volviera a subir al coche, yo trataba de no llorar. El hombre que me enseño con su ejemplo, lo que es ser buena persona, ya no podía valerse por si mismo. Todos los años de ausencia buscando una vida mejor se me acumularon en la garganta y las lágrimas empezaron a brotar lentamente rodando por las mejillas, en silencio. Los ojos nublados y el nudo en la garganta me hacia imposible decirle a mi viejo cualquier cosa que lo hiciera sentir mejor. Me giré hacia papá que iba de copiloto y le sonreí, el me devolvió la sonrisa con cara ausente. Arranqué el Maruti justo cuando empezaba a llover. Salimos rápidamente mientras pensaba, que debo hablar con Edith. Hace mucho que no hablo con ella, más bien es ella quien no quiere hablar conmigo. Por lo menos papá me reconoció y se dejó hacer. Mientras conducía de vuelta a casa pensaba en cómo decírselo a mamá.
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